Verdades como puños

Hay novelas que dicen verdades como puños. Podría decir también que hay escritores que en sus novelas dicen verdades como puños, porque ponen en palabras cosas que siempre sentimos y a veces no somos capaces de expresarlo de manera tan clara y precisa como lo hace, por ejemplo, Javier Marías.

Llevo unas semanas con la tercera parte de la trilogía Tu Rostro Mañana, disfrutando de su maravillosa e intensa sintaxis que a veces te deja sin aire, y de sus múltiples e interesantísimas disgresiones típicas de todas sus novelas. Hace años leí la primer y segunda parte, y por diferentes razones no he cogido la tercera parte hasta ahora. Y estoy disfrutando mucho, intercalándolo con otro libro muy diferente, El Arrancacorazones de Boris Vian, para así alargar más el placer que me esta produciendo su lectura.
Siempre he seguido a Marías, no tanto en sus artículos, pero si de manera constante en sus novelas. Al finalizar la trilogía, Marías dijo que estaba antes su mejor obra, y la verdad, no lo pongo en duda.

¿Y de qué va? Pues de lo que somos y lo que podemos llegar a ser (Tu rostro mañana, de ahí el título), de en qué nos pueden convertir las circunstancias, de la traición y el espionaje moderno, del falso olvido de los muertos y los amores que se quieren dejar atrás, de reconcerse uno mismo al mirarse al espejo sin querer ver sus propias sombras...

Hay varios pasajes que me parecen geniales, esas "verdades como puños" a las que me refería al principio.
Incluiré tan sólo uno, para no alargarme demasiado.

"Si alguien ya no quiere estar con uno, uno tiene que aguantarse. A solas, y sin estar pendiente de la observación o la evolución de ese alguien, a la caza de señales y a la espera de vuelcos ... No se puede estar encima, no se puede aplicar una lupa ni un catalejo, ni recurrir a espías, ni agobiar, ni por supuesto imponerse.".

Pues eso, verdades como puños.